LA POBLACION INDÍGENA DE AMÉRICA
El “genocidio” en cifras. En su obra de 1945 “La población indígena de América. Desde 1492 a la actualidad”, el historiador venezolano de origen polaco Angel Rosemblat hizo un completo estudio sobre el tema que indica el título de la obra, especificando el número de indígenas que vivían en cada momento, pero dejando de lado las cifras arbitrarias y cambiantes de las Casas o las desorbitadas de quienes hicieron cálculos en base a la gente que residía en áreas muy pobladas y después aplicaron esa misma densidad a desiertos, pampas y selvas. Rosemblat, por contra, aplicó a cada territorio el número de habitantes que ese territorio podía mantener con sus recursos en la época en cuestión, cuando aún no había censos de ningún tipo; y sus cálculos, que desde el 45 han sido los más aceptados (aunque hoy nuevos estudios con medios más modernos sugieren números aún más modestos), cifran el total de habitantes al sur de Río Grande en 12.385.000, y otro millón al norte. Y ya en 1570, con censos españoles bastante completos, nos señala a “solo” 9.827.150 indígenas (más el mismo millón de antes al norte del río). Pero también a 262.500 mestizos, hijos de indias que, salvo que pequemos de racistas, tendremos que añadir al total, de modo que el descenso de la población fue de dos millones trescientos mil individuos: una disminución respetable, e imposible de conseguir a golpe de espada por los 140.000 blancos presentes entonces en el continente (hombres, mujeres y niños; de los que menos de 40.000 eran peninsulares y el resto criollos), sobre todo sin que los indígenas supervivientes se les echasen encima y los degollasen a todos para vengarse. Y lo mismo hubiese sucedido si hubiesen intentado siquiera tiranizar a esos casi diez millones de indios aun vivos, saquearlos o violar a sus mujeres e hijas como se dice (sin aportar ninguna prueba) que hicieron. Así que el famoso “genocidio”, perpetrado por una Naturaleza despiadada y no por español alguno, no mató al 90% de la población total americana, sino a menos del 20%: es decir, fue menos letal que la peste negra para los europeos (mató a un tercio de ellos, es decir, el 33%) Por último, saltando a 1825, tenemos a ya solo 400.000 indios al norte, en EE.UU. y Canadá (y en el primero de esos países aún no habían empezado a trasladar su máquina de exterminio al Oeste!), y 8.200.000 de México hacia el sur, que sumados a 5.552.000 mestizos (esta vez incluyendo también los hijos de india y africano; no hay cuentas separadas) nos dan trece millones setecientos mil...de modo que España salió de esos territorios dejando un millón de habitantes con sangre indígena más de los que había cuando llegó, además de dos millones de negros (había casi dos millones más en Brasil y casi otros dos en USA, territorios ambos mucho más pequeños que la América española) y tres millones trescientos mil blancos (al norte los anglosajones ya pasaban de nueve millones)… unos diecinueve millones de personas en total en Hispanoamérica, que para entonces era un lugar perfectamente civilizado y rico según los estándares de la época, con ciudades, puertos, comunicaciones, minería, agricultura, ganadería, comercio… una riqueza incomparablemente superior a la que tenía tres siglos antes. … y frente a toda esa gente que la habitaba, de México se expulsó a 7.148 peninsulares (2.000 más fueron autorizados a quedarse por motivos familiares); de la Gran Colombia echaron a 3.555 en el año 21 y a otros 4.000 en el 23; de la Argentina no hay cifras, solo consta que se internó a “decenas” en prisión; del Paraguay se expulsó a 200 y del Perú, de 12.000 que residían en el antiguo Reino, solo quedaron 600. Lo que significa que un total de 28.903 peninsulares… no seamos cicateros, pongamos el doble entre bajas en combate, desaparecidos, asesinados y desertores: 60.000, para redondear, abusaban tiránicamente de 19.000.000 millones; y estos tardaron casi treinta años en “liberarse” heroicamente del yugo español impuesto por esa “multitud”… sencillamente, increible. Increible lo superhéroes que eran los peninsulares; o bien increíble lo mantas que eran los americanos. O, más fácil, increíbles las tonterías que se cuentan de que tan pocos tiranizasen a tantos.




Por Alejandro Domínguez Antas
Fuente: La Leyenda Negra en FB
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